martes, 17 de noviembre de 2009

Resiliencia. El potencial humano de superación

A lo largo de nuestra vida todos nosotros hemos conocido, personalmente o a través de terceros, a personas cuyas vidas constituyen auténticos guiones cinematográficos. Personas que han pasado por situaciones, en muchos casos trágicas y que, sin embargo, han sido capaces de superar e incluso aprender de ellas.
Cuando nos referimos a la resiliencia, hablamos precisamente de esta capacidad que tenemos los seres humanos de generar la suficiente fuerza interior para afrontar, superar y salir fortalecidos de las situaciones críticas que nos toca vivir.
Pero, ¿qué hacen estas personas “resilientes” para superar estas situaciones críticas? ¿Nacen con esta capacidad, es innata o la adquieren y la trabajan a lo largo de su vida? Seguramente, como en tantas otras cuestiones que tienen que ver con las capacidades, coexisten ambos componentes, el “factor innato” y el “factor adquirido”. Pero, si centramos el debate en si la resiliencia es una capacidad innata o adquirida, estaremos errando el enfoque de la situación. Imagínate que estamos hablando de la capacidad de tocar el piano. No sé si Chopin nació o no con la capacidad para componer y tocar el piano tal y como lo hizo, lo que sí sé es que trabajó denodadamente para desarrollar esa capacidad hasta donde lo hizo. Cuando hablamos de capacidades nos referimos a un potencial por desarrollar, más que a una característica adquirida y estable en el tiempo; y en el caso de la resiliencia, estamos hablando de un proceso de adquisición y desarrollo de posicionamientos y puntos de vista personales que nos permitan afrontar las situaciones adversas a las que me refería anteriormente, de manera que, no sólo nos permita superarlas, sino que, además, aprendamos de ellas y salgamos reforzados.
Pero, volviendo a la pregunta anterior, ¿qué hacen las personas que actúan de forma resiliente? En general, ponen en marcha una serie de mecanismos internos que tienen que ver con la forma cómo perciben y dan significado a la experiencia que les toca vivir. Por lo tanto, el comportamiento resiliente es consecuencia de un pensamiento resiliente que, a su vez está compuesto de una serie de actitudes y de habilidades que, puestas en práctica, conforman un punto de vista resiliente de la experiencia.
Parte de los recursos personales que actúan en la adversidad y dan lugar a conductas resilientes son tres actitudes (el optimismo, la aceptación y la orientación a resultados) y cuatro capacidades (la capacidad de autorregulación, la capacidad para asumir responsabilidades, la capacidad para estructurar relaciones poderosas y la capacidad para configurar el futuro).
En sucesivos post abundaremos en el significado de cada uno de estos componentes de forma que tengas una idea clara de cómo potenciar aun más tu capacidad de resiliencia.


Ana Schack y Óscar Fernández

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