sábado, 16 de enero de 2010

El músculo de la resiliencia

Nuestra anterior entrada acababa con la siguiente dicotomía. Cuando te sobreviene cualquier tipo de contratiempo, ¿cómo la afrontas? ¿Optas por que sean las circunstancias las que controlen tus estados y tus respuestas o eres tú quién decides las respuestas que te resultan más adaptativas ante la nueva circunstancia?

Seguramente será muy difícil encontrar a alguien que responda que prefiere que sean las circunstancias las que controlen sus emociones y sus actos. En la gran mayoría de las ocasiones las personas manifiestan su preferencia por ser ellas mismas las dueñas de su destino. Pero la gran pregunta es, cómo conseguirlo.

Nuestra experiencia, recogida a lo largo de muchas horas de formación, nos convence de que, a grandes rasgos, las personas saben identificar correctamente qué es lo conveniente en cada caso, qué es lo que “deben” hacer. Saben que han de gestionar las emociones ante situaciones de tensión, que han de manejar el estrés en épocas de excesiva carga de trabajo, que han de disociarse y tomar distancia ante acontecimientos negativos, etc. Actualmente tenemos ingente cantidad de información acerca de los que debemos hacer en todas estas situaciones y quien más y quien menos, ha recibido algún tipo de formación al respecto. Hoy en día casi todo el mundo acierta a definir conceptos como la empatía, la asertividad, inteligencia emocional, etc.

Pero entonces, ¿por qué no lo hacemos? ¿Por qué no somos más empáticos?¿Por qué no gestionamos más adecuadamente nuestras emociones?¿Por qué las personas siguen estresándose? ¿Por qué los consultores de recursos humanos, especialistas en planificación del trabajo y gestión del tiempo, siguen llevándose trabajo a casa?

Seguramente haya más de una respuesta a estas cuestiones. De hecho se me ocurren varias, aunque la razón que ocupa el primer lugar en nuestro escalafón es que entender racionalmente un proceso, no garantiza el ponerlo en práctica. Es más, no existe ninguna relación directa entre entender qué es la empatía y ser empático. De igual forma, no hay ninguna relación directa entre saber qué es la resiliencia y ser una persona resiliente.

Las conductas resilientes (o empáticas o asertivas o cualquier otra habilidad emocional o interpersonal) están determinadas por una serie de pensamientos “habituales”. Por pensamientos habituales nos referimos a pensamientos automáticos y por pensamientos automáticos nos referimos a inconscientes.

Estos pensamientos automáticos entran en acción ante la presencia de los famosos disparadores de los que hablábamos en nuestra anterior entrada. Estos disparadores son estímulos externos o internos (otros pensamientos) que, por diversos motivos, se convierten o se convirtieron en estímulos críticos para nosotros. Por reflejarlo esquemáticamente, la cuestión sería más o menos como sigue:

Estímulo crítico --- Pensamiento “habitual” --- Conducta “habitual”


Pongamos contenido al esquema anterior:


Recibir una crítica --- Decirse “no hago nada bien”--- Pensar en el hecho de forma recurrente


El hecho es que estamos absolutamente entrenados para pensar de una determinada forma, en una determinada dirección, cuando se nos presenta el disparador crítico. Es como si, siguiendo con el ejemplo anterior, cuando una persona te critica tu mente supiese exactamente qué tipo de pensamientos tener (por ejemplo, “no valgo para nada”, “todo lo hago mal”, “soy un desastre”…).

¿Cómo darle la vuelta a la tortilla? Muchos libros de autoayuda te dirán que lo que “tienes que hacer” es no pensar ese tipo de cosas. ¡Qué listos, si supiese cómo hacerlo ya lo hubiese hecho! La cuestión no es tanto dejar de hacer algo, sino más bien comenzar a hacer otra cosa diferente a lo que hacía, es decir, empezar a entrenar a tu cabeza para responder automáticamente de forma mucho más útil para ti de cómo lo estabas haciendo.

Para conseguirlo es necesario una especie de proceso de entrenamiento mental, ya que, al fin y al cabo, la forma cómo actualmente piensas la has ido adquiriendo a base de largo tiempo de práctica, a pesar de que, hasta ahora, no hayas sido consciente de ello.

¿Esto quiere decir que necesitarás años de práctica para darle la vuelta a la situación? Pues, no necesariamente, aunque a decir verdad, no creemos en tratamientos milagrosos, mágicos o instantáneos y sí en procesos de cambio más sólidos y en una práctica sistemática y constante. Igual que tu musculatura necesita algo más que un par de sesiones de entrenamiento para fortalecerse, tu cerebro necesita cierta práctica para adquirir el hábito del pensamiento resiliente.

A partir de aquí, la cuestión estriba en decidir si quieres continuar manteniendo un tipo de pensamiento que menoscabe tu capacidad y tus posibilidades o, por el contrario, estás dispuesto a entrenar a tu músculo resiliente y adquirir hábitos de pensamiento que te permitan fortalecerte interiormente.

miércoles, 13 de enero de 2010

Las acepciones de la resiliencia

Desde hace algunos meses hemos detectado un aumento en las solicitudes que recibimos para realizar conferencias y exposiciones sobre resiliencia, sobre todo en colectivos del mundo empresarial. Desde entonces hemos sido testigos directos de cómo el concepto de resiliencia ha ido calando, no sólo en el mundo de las organizaciones, si no, también, en los más diversos ámbitos.

Este interés también ha provocado que la resiliencia se convierta en un concepto-masa al que casi todo el mundo añade su propia interpretación. Desde la física no cabe ninguna duda. La resiliencia es una característica que presentan algunos objetos; poseen esta característica si después de verse sometidos a una presión “extrema” son capaces de volver a su condición inicial.

Ahora bien, nuestro cerebro, tan plástico él, tiene la capacidad de “metaforizar” el concepto y ajustarlo a determinadas perspectivas. Así, si nos referimos a colectivos desfavorecidos, entendemos la resiliencia como la capacidad de sobrevivir a entornos o condiciones socio-familiares límite y, aún así, encontrar salidas logrando una calidad de vida razonable.

Si hablamos de resiliencia en contextos más genéricos, nos referimos a la capacidad de sobreponerse a golpes duros o a adversidades, reorientar las metas, tomar decisiones, actuar y recoger los aprendizajes y utilizarlos para crecer.

En el ámbito de las organizaciones tratamos acerca de la capacidad que tienen para ser flexibles, adaptarse rápidamente a cambios, responder y aprender a adelantarse a las circunstancias.

Independientemente de los ámbitos de referencia, en todos los casos la resiliencia se refiere a un conjunto de capacidades que se ponen en juego ante la presencia de adversidades. En este punto es útil señalar dos aspectos; en primer lugar, definir qué entendemos por “adversidad”. Para nosotros, adversidad será cualquier circunstancia o suceso al que se le otorga una significación negativa, que en muchas ocasiones aparece de forma repentina y que, en todos los casos supone un desequilibrio o una ruptura de la homeostasis del sistema. Supone una ruptura de la línea marcada, un cambio brusco y no deseado que tiene como consecuencias un efecto indeseable.

En segundo lugar, es conveniente diferenciar entre el suceso en sí (el disparador) y la respuesta que ofrece la persona o la organización ante tal disparador. La capacidad de resiliencia reside en este segundo aspecto y no en cualquier tipo de respuesta, sino en aquellas que catalogamos como respuestas resiliente aquellas que cumplen con el objetivo de superar las circunstancias provocadas por el disparador.

Es curioso señalar como cuando en nuestros talleres pedimos a los asistentes que piensen en alguno de los momentos clave de su vida, momentos que hayan servido para crecer personalmente, muchos nos narran situaciones vinculadas a adversidades. Para nosotros este hecho constituye la prueba de que una circunstancia adversa sólo representa un disparador, un hecho, un suceso sin mayor relieve hasta que no se vincula con la respuesta de la persona u organización que lo experimenta.

A partir de aquí se nos presenta una dicotomía referida a la toma de decisiones ante el disparador:

a) o interpreto la situación y respondo de la “única manera que puedo”.

b) o interpreto y respondo eligiendo “cómo quiero que sea mi actitud, cómo quiero pensar, asumir y comportarme ante tales circunstancias.

Dicho de otro modo, ¿optas por que sean las circunstancias las que controlen tus respuestas y tus estados o decides ser tú quien opte por poner en marcha respuestas que te resulten más adaptativas?

jueves, 24 de diciembre de 2009

Epílogo

Estas fechas tan significadas, estas postrimerías del año son momentos particularmente emotivos para todos. Son momentos para evaluar lo que pasó y para proyectar lo que vendrá. Son días de buenos propósitos, de parabienes, de buenos deseos, de compartir con la familia, con los amigos, con los seres queridos.

Pero para otras muchas personas son días, cuanto menos, de sentimientos ambivalentes. Tal vez momentos para acordarse de quienes ya no están o de quienes están, pero atravesando por condiciones difíciles; incluso, tal vez tú estés pasando por momentos difíciles. Son días llenos de incertidumbre ante un 2010 repleto de incógnitas, después de un 2009 realmente complicado y duro.

Desde El Factor Resiliencia nos gustaría que entre los planes para el 2010 incluyeses un buen cargamento de optimismo, de pensamiento positivo y buenas dosis de autoestima. Nos gustaría que siempre tuvieses presente que toda etapa, por dura que sea, tiene su fin; que todo túnel tiene su salida y que, pensar en la luz del final del túnel, nos ayuda a que ésta se haga más presente y cobre mayor verosimilitud.

Y mientras tanto, no olvides que aceptar la situación que vives no significa que te resignes a ella; bien al contrario, aceptar la situación como es, te ha de servir para tomar conciencia de que hay cosas que no dependen de ti que ocurran o no. Pero que sí depende de ti cómo la asimilas, que haces con ella. Sí depende de ti el poner en marcha tu maquinaria interna para proyectarte más allá de la situación actual y comenzar a imaginar soluciones que te acerquen al futuro que deseas.

Esperamos que entre tus proyectos para 2010 incluyas buenas dosis de fuerza interior para ser perseverante y no desmayar en tus esfuerzos en pos de tus objetivos a pesar de los obstáculos que puedas encontrar en el camino.

El Factor Resiliencia espera serte de ayuda, orientándote, ayudándote, ofreciéndote recursos o simplemente informándote o entreteniéndote. Esperamos hacer este viaje contigo durante el 2010 y, por qué no, en años venideros. Al fin y al cabo, ¿no es tu viaje el viaje de todos nosotros?

Feliz Navidad a todos. Os deseamos un muy resiliente 2010.

Ana Schack y Óscar Fernández

lunes, 21 de diciembre de 2009

El recuerdo de un espejismo

Fue una de las personas con más talento que he conocido. Inteligente, de fuerte personalidad y con una gran autoestima. No le faltaban habilidades para las relaciones personales y gustaba ser el centro de atención allí donde estuviese. A simple vista, poseía los ingredientes que muchas personas consideran los elementos claves para el éxito. Fuimos grandes, grandísimos amigos hasta que la vida, por motivos que no vienen al caso, nos alejó y separó nuestros caminos.

Hacía años que no sabía nada de él y ayer, casualmente, un buen amigo común, al que también hacía tiempo que no veía, me informó de su situación… de su triste situación. Sucesivos desengaños sentimentales y un sentimiento inmenso de culpabilidad le han sumido en una serie de desequilibrios emocionales que le han conducido a una triste dinámica de autodestrucción que hoy hace de él una sombra de lo que fue,… o mejor dicho, de lo que pudo llegar a ser.

Y es que desde hace años los psicólogos sabemos que la inteligencia no es, ni mucho menos, un buen predictor de éxito (entendido éste desde un punto de vista amplio y no necesariamente ligado al nivel de ingresos, sino más bien a sentirse satisfecho con uno mismo, con lo que hace, con quien está, con lo que tiene, etc.) y que esta inteligencia cognitiva o intelectual ha de verse acompañada por otra serie de atributos que Daniel Goleman popularizó con el nombre de inteligencia emocional, concepto que guarda ciertos elementos comunes con la capacidad de resiliencia.

De nada sirve ser notablemente inteligente si no se desarrollan capacidades como el autocontrol que evite, por ejemplo, que ante un revés de la vida, a una copa de alcohol le siga la siguiente y después la siguiente y después otra más. O por ejemplo, la capacidad de empatía, que evite que seamos fagocitados por una suerte de pensamiento egocéntrico que nos haga sentir que todo gira a nuestro alrededor. O tal vez, la capacidad para tomar buenas decisiones, que impida vivir en el filo de la navaja constantemente. O la capacidad de aceptación, que oriente nuestro pensamiento hacia el convencimiento de que, en ocasiones, las cosas son como son y no podemos hacer más que tomarlo como es y comenzar a pensar en cómo salir de la situación. O tal vez la capacidad para establecer metas y expectativas realistas, capacidad que favorece la orientación de nuestro pensamiento hacia una dirección de crecimiento, en vez de dar tumbos y más tumbos, aumentando la sensación de caos y de desazón. O tal vez la capacidad para aprender de los errores y de los fracasos, en vez de tener pensamientos recurrentes acerca de lo lamentable de nuestra existencia.

Es una lástima que en ocasiones seamos el peor de nuestros enemigos. Es una pena que, en demasiados casos nos queramos tan poco, que seamos tan crueles y despiadados con nosotros mismos. Somos desleales con nuestra persona al no intentar cuidarnos lo máximo posible; al no hablarnos con palabras amables, al no darnos aliento cuando nos vienen mal dadas, sobre todo porque “lo único” que necesitamos para ello es cambiar nuestra actitud hacia nosotros mismos y hacia las experiencias vividas.

Este post no se corresponde con el que estaba previsto publicar, pero en ocasiones hay noticias que se tornan puñaladas para el alma y uno necesita que las palabras den salida a sentimientos privados que, de repente, dejan de serlo con la esperanza de que sean útiles para alguien más.

Óscar Fernández

martes, 17 de noviembre de 2009

Resiliencia. El potencial humano de superación

A lo largo de nuestra vida todos nosotros hemos conocido, personalmente o a través de terceros, a personas cuyas vidas constituyen auténticos guiones cinematográficos. Personas que han pasado por situaciones, en muchos casos trágicas y que, sin embargo, han sido capaces de superar e incluso aprender de ellas.
Cuando nos referimos a la resiliencia, hablamos precisamente de esta capacidad que tenemos los seres humanos de generar la suficiente fuerza interior para afrontar, superar y salir fortalecidos de las situaciones críticas que nos toca vivir.
Pero, ¿qué hacen estas personas “resilientes” para superar estas situaciones críticas? ¿Nacen con esta capacidad, es innata o la adquieren y la trabajan a lo largo de su vida? Seguramente, como en tantas otras cuestiones que tienen que ver con las capacidades, coexisten ambos componentes, el “factor innato” y el “factor adquirido”. Pero, si centramos el debate en si la resiliencia es una capacidad innata o adquirida, estaremos errando el enfoque de la situación. Imagínate que estamos hablando de la capacidad de tocar el piano. No sé si Chopin nació o no con la capacidad para componer y tocar el piano tal y como lo hizo, lo que sí sé es que trabajó denodadamente para desarrollar esa capacidad hasta donde lo hizo. Cuando hablamos de capacidades nos referimos a un potencial por desarrollar, más que a una característica adquirida y estable en el tiempo; y en el caso de la resiliencia, estamos hablando de un proceso de adquisición y desarrollo de posicionamientos y puntos de vista personales que nos permitan afrontar las situaciones adversas a las que me refería anteriormente, de manera que, no sólo nos permita superarlas, sino que, además, aprendamos de ellas y salgamos reforzados.
Pero, volviendo a la pregunta anterior, ¿qué hacen las personas que actúan de forma resiliente? En general, ponen en marcha una serie de mecanismos internos que tienen que ver con la forma cómo perciben y dan significado a la experiencia que les toca vivir. Por lo tanto, el comportamiento resiliente es consecuencia de un pensamiento resiliente que, a su vez está compuesto de una serie de actitudes y de habilidades que, puestas en práctica, conforman un punto de vista resiliente de la experiencia.
Parte de los recursos personales que actúan en la adversidad y dan lugar a conductas resilientes son tres actitudes (el optimismo, la aceptación y la orientación a resultados) y cuatro capacidades (la capacidad de autorregulación, la capacidad para asumir responsabilidades, la capacidad para estructurar relaciones poderosas y la capacidad para configurar el futuro).
En sucesivos post abundaremos en el significado de cada uno de estos componentes de forma que tengas una idea clara de cómo potenciar aun más tu capacidad de resiliencia.


Ana Schack y Óscar Fernández

sábado, 14 de noviembre de 2009

Bienvenidos y bienvenidas!

Gracias por acercarte a este blog dedicado a la resiliencia.

¿Te has preguntado alguna vez por qué algunas personas superan situaciones difíciles, crríticas, en ocasiones traumáticas, y parecen salir reforzada de ellas, mientras que otras muchas parecen sucumbir ante el más mínimo traspiés? ¿Cómo hacen estas personas para sacar esa fuerza interior que parecen tener? ¿De qué manera desarrollan esa dureza personal para seguir adelante pase lo que pase?

El "secreto" reside en una capacidad (o más bien, un conjunto de capacidades y actitudes) llamada resiliencia, la cual, constituye una fuerza fundamental para el bienestar y el equilibrio de cualquier persona.

A través de este blog, queremos acercarte al fenómeno de la resiliencia y demostrar te que ésta, constituye un proceso que cualquier persona puede desarrollar y que es aplicable, no sólo en aquellas situaciones extremas, traumáticas, que el destino nos pueda deparar, sino que te es de gran utilidad y ayuda en tu vida cotidiana.

Nuestra intención con este blog no es hablarte únicamente de resiliencia personal, sino que abordaremos también la manera cómo el mundo de la empresa está tratando este proceso. Atenderemos a qué se entiende por resiliencia organizacional y cómo construir equipos resilientes.

Esperamos conseguir despertar en ti el mismo interés que la resiliencia tiene para nosotros y que, a través de los diferentes post, ejemplo e ideas que irán apareciendo sucesivamente, logremos impulsar el desarrollo de esta capacidad tan importante para la vida de las personas.

Gracias por acompañarnos!

Ana Schack y Óscar Fernández